miércoles, 23 de agosto de 2017

TRANSMUTACIÓN

TRANSMUTACIÓN

Me deslumbro desde un primer momento, me atravesó por completo. Recuerdo que me quedé parado, inmóvil. Detuve una carrera alocada por la orilla del mar, que de todas maneras carecía de destino. Su bikini rosa, el moño fucsia en cada uno de los breteles, el cabello arremolinado, anárquico. Un semblante maravilloso, seguro, altivo.
Era la primera vez que la veía en ese balneario, al que íbamos sistemáticamente todos los veranos durante la primera quincena de febrero. Creo que no reparó en mi presencia, estoy casi seguro. Estaba muy compenetrada en un partido de pelota-paleta que mantenía con el que sería su hermano mayor.
Reaccioné tardíamente a los gritos de mi primo Ignacio, que me hacía señas balanceando los brazos desde la primera rompiente. Entré al mar sin dejar de mirarla, caminaba con dificultad, la marejada me sorprendía y alteraba mi delicada estabilidad.
Nos pusimos a barrenar las olas, el juego consistía en llegar lo más lejos posible con la punta de los dedos. Esa vez me ganó él. Creo que fueron siete olas a cinco. Estaba con el cuerpo en el agua y la cabeza en la arena, desdoblado.
Cuando convencí a Ignacio de salir del agua comencé a buscarla con la vista. Hice un recorrido panorámico de las sombrillas, las lonetas, las carpas. Nada, se había ido.
Cada verano llegaba al balneario con las ilusiones renovadas, pero al poco tiempo se desvanecían. Con el correr de los años las ansiedades mermaron, creo que de alguna manera mi subconsciente había decidido olvidarla. Era un método de preservación que utilizaba a menudo con las cosas que me hacían sufrir. Es algo que todos hacemos, en mayor o menor medida.
El año pasado volvimos con Clara y las nenas. Hacía muchísimo que no visitaba el balneario, casi treinta años. Todo estaba tan distinto. El bar “Las Gaviotas” ahora se llama “Gran Caribe”, tiene una terraza con sillones y mesas de ratán y una decoración de estilo hindú.
Cerré al auto a la distancia y me detuve a mirar el paisaje, mientras las chicas bajaban a la playa con paso decidido. Inhalé profundamente, procurando internalizar la brisa marina. Que amable es el aroma a verano, pensé.
Mientras avanzaba por la arena divisé una cabellera rubia, rizada, que parecía flotar en el escenario perfecto. El arcón de mi memoria tuvo un despertar, mis sentidos rebullían. Cuántos recuerdos, por Dios. Cuántas sensaciones. Qué belleza, por fin vuelvo a verla acá. ¡Que hermosa es Clara!.         

E.E.M.

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