domingo, 6 de agosto de 2017

ALMA A FLOTE

ALMA A FLOTE

Los que alguna vez visitamos a Cuba -esa bella isla caribeña que carga sobre sus hombros un gran orgullo patriótico y un innegable protagonismo en la historia del Siglo XX- notamos de inmediato que se trata de una tierra en que las cosas se viven apasionadamente.
De esas pasiones se enamoró el escritor norteamericano Ernest Hemingway, al conocer la tierra de los habanos y el Ron cuando ya empezaba a despedirse la convulsionada década del ´20.
Desde su Finca “Vigía”, a las afuera de La Habana, Hemingway escribió una de sus mejores obras, la novela “El Viejo y el Mar”. Cuentan sus allegados que el norteamericano disfrutaba de largas incursiones de pesca desde la Localidad de Cojimar, y que podía pasarse horas tomando un mojito y contemplando un horizonte rebosante de celestes, formado en la exacta intersección entre el mar y el cielo caribeño.
El pueblo cubano, en general, recuerda con gran cariño y admiración a Hemingway. Esto no llama la atención de los que hemos caminado entre las callejuelas de la Vieja Habana. Ellos gozan de una sensibilidad extraordinaria y se permiten tener “próceres” foráneos, provenientes incluso de un país que no les ha hecho las cosas sencillas. Están muy seguros de lo que son y de lo que valen, y no renegarán de aquellos “obsequios” que el destino les ha entregado. Ni de la prosa del escritor norteamericano, ni del legado posterior de otro extranjero que, casualmente, compartiera su nombre de pila.

  E.E.M.

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